Las señales que hacemos en los mapas

Te Libro de Todo Mal


En mis cuadernos de viaje no abundan las palabras, sí las imágenes.

Por suerte, hay compañeras de vida (y de viaje) que tienen palabras para todas nosotras. Desde hace ya más de diez años no hay camino, ni frontera, ni regreso, sin que los versos de Laura se abran paso entre el amasijo de imágenes encontradas y me acompañen de un modo tan sincero que acaban siendo fulminantes.

Este último regreso tan abrupto no podía ser menos. Volvía yo a Madrid al mismo tiempo que se publicaba el tercer poemario, maravilloso, de Laura Casielles: Las señales que hacemos en los mapas.

Aún no lo he soltado.

Aunque el libro nace de sus dos años viviendo en Marruecos, sus poemas hablan de todos los cuadernos de viaje. Incluso de aquellos que, como los míos, sólo pudieron hablar en imágenes.


KENITRA
Estación de Kenitra, un minuto de parada

Para seguir llamándonos extranjeros
tuvieron una gran idea:
entintar las ventanas de nuestros autobuses.

Podemos mirar
pero podemos permitirnos que no nos vean.
Cuando algo se parece al horror
podemos hacer un juego de luces y no verlo más.
Podemos llegar a creer
que en el fondo esto es solo otra película.

Pero, espera,
hay una consecuencia inesperada.

En una parada de apenas un minuto,
me estaba mirando distraída en el cristal-espejo
cuando mis ojos se alinearon con los de ella,
que desde afuera se miraba distraída en el cristal-espejo.

Ahora en este viaje ya no logro ver nada
sin confundirlo con mi propio cuerpo.

Las señales que hacemos en los mapas, Laura Casielles
2014, Sevilla, editorial Libros de la Herida

Las señales que hacemos en los mapas se queda en mi mesilla de noche, junto a la botella de agua, el ibuprofeno, y alguna foto que últimamente siempre duerme boca abajo. Aquí siempre hay un poema para una imágen, o unas palabras para curar la confusión:

Desde el punto de vista de los nómadas, regresar es una palabra que no existe.
Ni tú ni el viejo cerro sois el mismo

Gen.