Mi padre es un pirata

Te Libro de Todo Mal


Tras unas copas de vino y la alegría de una comida deliciosa, la sobremesa se relaja y el cielo sobre mi padre se llena de figuras borrosas mientras él habla. Todos escuchamos y mi madre ríe, mi padre viaja 35 años atrás y recuerda historias de las selvas del Congo. Cuenta historias de pirata, historias de mercenarios cubanos y rusos montando gresca en tabernas africanas, del asesinato de Marien Ngouabi. Historias de un cañón antiguo abandonado en una playa con el que su compañero - otro pirata - quiso jugar, historias de los militares que le interrogaron sobre la procedencia de aquel cañón. Cazas fallidas de elefantes, estados de sitio burlados a base de botellas de cerveza.

Mi padre es un pirata. Nunca tuvo barco, aunque siempre nos juró que en cuanto sus hijos nos fuéramos de casa, recorrería el mundo con mi madre en un velero. Nos reíamos sin saber que aquel barco tomaría más tarde la forma de cualquier cosa. La forma de unos ojos, o de una moto quizás. Forma de perro, de huerto con cebollas.

No hubo barcos, pero hubo motos. Motos restauradas, motos rugiendo en puertos de montaña con mi madre de paquete. Él con un casco naranja que lucía su bandera, el logotipo del Pura Vida Racing Team que Alberto García-Alix rescató de un tatuaje antiguo de Ben Corday: una niña pirata, los brazos cruzados y paz en los ojos. Una niña que, quizás apoyada en la proa de un barco, nunca recuerda historias que pasaron sino todas las que pasarán. Y bajo ella un himno de dos palabras: Pura Vida.

Cuando cumplí los veinte mi madre me hizo el regalo más bonito del mundo: un cuaderno lleno de poesías que ella asociaba a su vida y a la mía. Le hizo al cuaderno una cubierta de cuero con un arbol tallado en la portada, un árbol con ramas y raíces. A mitad del cuaderno, la Canción del Pirata de Espronceda, encabezada por las palabras de mi madre:

Lo que viene a continuación es la canción del pirata, en homenaje a papá. Él os la recitaba cuando érais pequeños, aunque fueran unos cuantos versos y le gustaba mucho. Yo creo que va mucho con él, con su carácter, pues es un poco pirata en estos tiempos, siempre luchando contra el "enemigo"

En aquella sobremesa llena de historias congoleñas tuve miedo: yo no conocía estas historias. ¿Cuántas más habrá? ¿Cuántos cientos de relatos me perderé? ¿Cuántos miles de personajes distintos recuerda él con total claridad? ¿Cómo lo hago?. Escuché atentamente, apunté los nombres para no olvidarlos nunca, y quise diseñar una estrategia para exprimir de mi padre todos los cuentos posibles.

Días después me tranquilicé. Sólo hay una historia que resuma todas las demás, es la historia escondida en los ojos de la niña pirata y su himno: Pura Vida. La historia es única, es la que mi padre me enseñó desde pequeña. Es la historia de nacer pirata, de vivir pirata, de respirar el viento, de navegar las tormentas.

Dibujo a color la niña de Alix y Corday como un guiño a mi padre. Digo, "me has enseñado a entender tu vida, tus historias no se pueden perder". También digo, "Gracias. Yo también canto, sonriente, la canción del pirata"

Gen.